martes, 21 de octubre de 2008

Filmando monjitas

No encontraba una metáfora para poner un título gracioso, pero que mejor que poner lo que en verdad pasó, y sí, exactamente filmé a unas monjitas en su casa.

Fué domingo en la tarde, almorcé en mi casa con mi mamá, me daba pena dejarla porque se iba a quedar sola, pero había prometido en ayudar a filmar el lugar donde habitan estas damas y posteriormente una misa. El lugar era en Comas, el viaje un poco largo y más porque pasé por la procesión del Señor de los Milagros. Llegué a la residencia con mi fiel compañera e inseparable mejor amiga K. Antes de ingresar le comentaba a ella:

- Me dan cosas entrar.
- ¿Cosas? ¿cómo qué?
- No sé, me siento raro y me da no se qué acercarme a ellas o tocarlas al momento de saludarlas o despedirme.
- ¿Cómo así?
- Verás, yo las veo puras e intocables, me da miedo pensar mal cuando las veo, sabiendo que son castas. No quisiera tener malos pensamientos, si son bonitas peor aún, no quiero tener en mi mente imágenes de ellas haciendo cosas (o sin cosas puestas), ya sabes a lo que me refiero.
- Jajaja - se rió como entendiendo la naturaleza del hombre.
- Pero es la verdad, no te burles - respondí palteado, pero un poco liberado.
- ¡Jensson! - oí mi nombre y voltié a ver quien era, era la madre encargada del hogar.

Inmediatamente entramos, yo traté de filmar lo más que pude, ya que entrar a ese sitio era extraño para mí, mucho silencio, mucha paz, mucha tranquilidad, no estoy acostumbrado a eso. Digamos que recorrí la casa en un 95%. Eran tres niveles, recién pintada, todas las comodidades necesarias para vivir tranquilamente, bonita sala/comedor, un lugar de rezo, y al filmar, me olvidaba que estaba entrando a un sitio nuevo, ajeno, extraño. Poco a poco salían las demás hermanas, eran pocas, había una menudita que siempre reía, de todo se reía, me caía bien y a K también.

Terminé de filmar, la casi 1/2 hora pasó rápido para mí. Luego prepararon la mesa, era el cumpleaños de una de ellas y había torta/pastel, no pregunté de quien era el cumpleaños porque al saberlo tenía que felicitarla con un abrazo mínimo, y era lo que estaba evitando. Comimos torta y gaseosa, no sabía de qué conversar, K que es una parlanchina se quedó callada, luego me dijo que no sabía qué decir, yo tampoco, buscaba un tema que no contenga nada malicioso, pero no podía concentrarme porque al dejar de filmar quedé sin mi escudo que me hacía sentir menos notorio. No sabía como despedirme, pero la madre se encargó de hacerlo sutilmente, tenían cosas que hacer al igual que nosotros. Nos despedimos y salimos; afuera, aclimatándonos a la bulla y la vida real, K me pregunta:

- Ahora supongo que que tu concepto hacia ellas cambió, ¿no? - con una sonrisita picarona.
- No es que haya cambiado mi concepto, sino que ahora sé como viven y bueno, me cayeron super bien, a pesar de sentirme extraño ahí, me sentí cómodo. Son como nosotros, sólo que tienen otras costumbres.

Y dando un mordisco a la pera que nos regalaron al salir, y con un "espero que vengan otro día" de la hermana risueña, salimos del parque que está al frente de la casa de donde al menos por unos minutos, hicieron que nuestros cuerpos, almas y corazoncitos, se purifiquen un poco.

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